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Olympiakos lo hizo todo

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El Manchester United es un conjunto sumido en la duda y cuyas principales estrellas no pasan por su mejor momento. Para más inri, dentro de ese presente tan negativo, ayer mostraron una de las peores versiones de su triste campaña. Sin embargo, y aun partiendo de ese punto, no se pueden desviar todos los focos hacia su desacierto. Los griegos lo bordaron y mucho debe decirse sobre ellos.

N´Dinga anuló a Rooney y másMíchel organizó a su Olympiakos sobre un 4-1-4-1. El Chori Domínguez fue el interior izquierdo, Maniatis el derecho y N´Dinga jugó como mediocentro único. Dicho triángulo se bastó para contener y superar por mucho, pero por mucho, a los medios de Moyes, que, en la práctica, fueron Carrick y Cleverley en el doble pivote y Rooney como mediapunta, pues se le obligaba a bajar. El error más de base de los Red Devils es que han cambiado su ritmo sin hallar un orden táctico que dé sentido al nuevo. Ayer, por ejemplo, sostuvieron la idea de jugar a un ritmo lento pero las piezas, en vez de juntarse para tocar y avanzar juntas, se separaron para crear espacios y ¿correr?. El sistema era el 4-2-4 de toda la vida, y su sino, uno totalmente diferente. Solo Rooney, que es el que sabe jugar a cualquier cosa, propuso soluciones, pero N´Dinga, que no tenía más trabajo que el que él le daba, ajustó la marca y logró neutralizarlo.

Cuando el pivote baja a recibir, los centrales deben darle espacio.

Ha de apuntarse también que rara vez se ha visto una salida de tres peor ejecutada que la del United de anoche. Carrick se metía entre centrales para sacar el balón, pero Ferdinand y Vidic no se abrían para crear espacios. Estaban tan juntos los tres que lo que se aplica para dividir a dos puntas presionantes ayer sirvió para multiplicar al único que presionaba. Olaitan solo hacía temblar a Moyes en cada iniciación de su equipo. La pelota ya llegaba muy manchada al centro del campo.

Campbell, Hérnan Pérez y Chori Domínguez conducían a placer.

Olympiakos también superó a su presa cuando llevó el esférico, y eso que su salida desde atrás fue conflictiva. N´Dinga acertaba a pasar bien el balón cuando lo recibía de cara, pero eso de él orientarse para ofrecerse a sus centrales no pareció ser lo suyo. En la fase de grupos, Míchel siempre tuvo la alternativa de Mitroglou, que es un maestro como boya de un juego directo, pero Olaitan, pese a su buen 1,84, no posee esa calidad. Olympiakos resultó espeso y discontinuo en esta tarea, y por eso el Manchester United salió vivo de El Pireo. Las veces en las que Salino y Holebas (los laterales) sirvieron como carteros de manera eficiente, el Chori por dentro y Joel Campbell y Hernán Pérez por fuera destrozaron las líneas de futbolín de su adversario. Nadie se escalonaba, nadie se posicionaba para estar detrás de un compañero por si éste era regateado. Si un griego superaba a un inglés, había superado a cuatro. Y a fe que lo hicieron varias veces. Las suficientes.

Míchel reaccionó rapidísimo al cambio de posición de Rooney.

Como siempre que se mete en un lío, Moyes terminó el encuentro con Rooney en el doble pivote. Precavido, Míchel suplió a Domínguez por Paulo Machado, convirtió a Maniatis (hasta entonces interior derecho) en un segundo pivote y así pasó del 4-1-4-1 inicial a un 4-2-3-1 en el que Paulo, como medio avanzado, trabajaba sobre Wayne en aquella nueva zona. El entrenador siempre tuvo claro que parar al Manchester United pasaba por parar a Rooney, nada más y nada menos, y durante los 90 minutos le asignó un vigilante receloso. Olympiakos no dejó la sensación más sólida en este epitafio del partido, aunque tampoco es que los Red Devils recordasen al equipo del Trébol. Fuera como fuese, la eliminatoria no está cerrada en absoluto. Queda Old Trafford.


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